En LO QUE OCULTA LA TIERRA, Leticia Sierra nos transporta a la cuenca minera asturiana con una novela trepidante que destapa los secretos escondidos bajo la superficie de nuestro país



Editorial Planeta. 424 páginas

Tapa dura con sobrecubierta: 21,90€ Electrónico: 9,99€


En LO QUE OCULTA LA TIERRA, Leticia Sierra nos transporta a la cuenca minera asturiana con un thriller adictivo que explora los peligros de un pasado enquistado. Una novela trepidante y con una compleja dimensión emocional que

destapa los secretos escondidos bajo la superficie de nuestro país.


La memoria se transmite de padres a hijos. El odio también.


Asturias, valle minero de Turón, 1995. En mitad de la nada, en una carretera

secundaria, aparece el cadáver de un anciano muy poco querido en el pueblo

en posición de penitente, con las manos y la lengua cortadas y un tiro en la

nuca. Como único testigo, Tomasín, un discapacitado que no puede

comunicarse, en estado de shock. Cuando la pareja de guardias civiles, Daniel

Caicoya y su compañero Jesús Arias, comienzan a tirar del hilo, enseguida

sospechan que las razones del asesinato se remontan a cincuenta años atrás:

una brutal venganza. Todo gira alrededor del Pozo Fortuna; pero el pueblo

calla, incluido el padre de Daniel, Matías, un exbarrenista de la mina que lleva

diez años sin hablar a su hijo, incapaz de asumir que este eligiera ser guardia.


Leticia Sierra nos atrapa con un thriller que noquea al lector, ambientado en

la siempre impactante cuenca minera asturiana.


«Gritó durante dos días, con sus dos noches.

Gritó hasta su último aliento.

Cuando dejó de gritar, pasó a convertirse en la víctima doscientos noventa y

cinco.»


Corre el año 1940, y una mujer despierta entre cadáveres a treinta metros bajo

la superficie tras ser arrojada con vida al Pozo Rincón, en el valle asturiano de

Turón. Cincuenta y cinco años después, con las minas de la zona a punto de

ser clausuradas, un vecino halla el cadáver brutalmente mutilado de un

hombre en una carretera secundaria. El sargento Daniel Caicoya y el cabo

Jesús Arias de la Guardia Civil acuden a investigar el crimen, cuyo único

testigo, Tomasín, un anciano discapacitado incapaz de comunicarse

verbalmente, se encuentra en estado de shock. La víctima es identificada


Jesús Arias de la Guardia Civil acuden a investigar el crimen, cuyo único

testigo, Tomasín, un anciano discapacitado incapaz de comunicarse

verbalmente, se encuentra en estado de shock. La víctima es identificada

como Severino Gómez, jubilado de ochenta y cuatro años y antiguo capataz

del Pozo de Santa Bárbara. Pero Daniel no solo siente inquietud por descubrir

al autor del asesinato: tras una década sin pisar la tierra que lo vio nacer, se

encuentra temeroso de perder el control sobre sus emociones.


«Llevaba diez años sin pisar aquel valle y se le antojaba que iba a pasarse mucho

tiempo en él a partir de ese momento. Una década de resentimiento, de ira y de

pena. Pena por todo lo que había dejado atrás: a su madre, a su abuela, a sus

amigos. Resentimiento hacia la persona que lo había apartado de su vida: su

padre.»


Y es que su padre, Matías, minero orgulloso que aún mantiene fresco el

recuerdo de su madre siendo torturada en la posguerra, le retiró la palabra

cuando el joven siguió los pasos de su tío Paulino al ingresar en la Guardia

Civil. Daniel visita a su madre, Lina, que está firmemente decidida a poner fin

al aislamiento familiar. Sin dudarlo, se dispone a dar un ultimátum a Matías

mientras la noticia del asesinato corre como la pólvora por el pueblo.


La muerte de Severino provoca más de un suspiro de alivio. Y es que el antiguo

capataz tenía la reputación de explotar a sus subordinados, a los que ponía en

situaciones peligrosas a menudo saldadas en accidentes. Ese fue el caso del

marido de Rosa, quien celebra abiertamente la desaparición del que considera

el causante de la muerte su marido junto a sus amigas, entre las que se

encuentran la valiente Lina y la sensible Sara, profesora recién divorciada y

enferma de cáncer.


La acción se intercala con flashbacks a 1940 que nos muestran a Margarita,

joven viuda chantajeada por su vecino Severino, quien le ofrece comprar sus

tierras con la intención de acostarse con ella. De vuelta al presente, Severino

no seguirá siendo el único protagonista de las habladurías por mucho tiempo;

y es que aparece la cabeza de otra víctima, un anciano al que la falta de cuerpo

hace imposible identificar.


Este nuevo hallazgo preocupa a Matías, ya que sabe que significa que su hijo

Daniel deberá permanecer más tiempo en el valle para investigar el crimen.

Sus amigos así se lo recuerdan. Paco, bibliotecario y ex marido de Sara, es la

voz de la razón frente al mujeriego Víctor, cuyos tratos con Severino levantan

sospechas. Sin embargo, tras los exabruptos que emitió, Rosa será la primera

interrogada. Daniel y Jesús la descartan como sospechosa, pero la amiga de

Lina sabe más de lo que parece: tras el interrogatorio llama a un misterioso

desconocido para asegurarle que le cubrirá las espaldas.


«En Turón nada, ni siquiera el carbón, permanece eternamente en las

profundidades. Saldrá a la luz la verdad. Y, cuando ocurra, estaremos allí.»


Daniel y Jesús interrogan también a Rafael, hijo de Severino, quien les da las

escrituras de las múltiples propiedades que poseía su padre. Documentos que

el brigada Paulino, tío de Daniel, identifica como escrituras de sangre:

propiedades cesadas por presos bajo tortura poco antes de ser ejecutados en

el Pozo Rincón, lo que desvela que la fama de delator de Severino tenía una

base real. Pero algo más ocupará a Daniel y a su tío, y es que por fin tendrá

lugar la reconciliación con Matías orquestada por Lina y su suegra Elena. Un

reencuentro difícil pero cargado de emociones y catalizador de la conexión

que tanto padre como hijo añoraban.


«Las guerras son fáciles de iniciar. Lo hace cualquiera. Las reconciliaciones solo

son para los más valientes.»


Esa noche aparece un cuerpo decapitado, colocado en la misma postura de

penitente y en el mismo lugar donde apareció el cadáver de Severino, lugar

que Daniel comienza a comprender fue la boca del Pozo Rincón. Antiguo pozo

minero, fue el escenario de cientos de crueles ejecuciones de opositores al

franquismo en las que los ajusticiados fueron a menudo arrojados con vida a

una sima con la profundidad equivalente a la altura de un edificio de diez

plantas. La nueva víctima es identificada como Alfonso Cisneros, militar

jubilado y padre de Sara, la sensible amiga de Lina. Esta se encuentra lidiando

con su enfermedad y la separación de su marido Paco, del que se divorció de

manera repentina pese a parecer muy enamorados. Rosa, amiga de ambas, es

asesinada tras confesar a Lina que alberga sospechas acerca de la verdad que

rodea los crímenes.


Pese a sospechar de un traficante de droga y de numerosos vecinos, Daniel,

Jesús y Paulino están cada vez más seguros de que los asesinatos están

conectados con los terribles crímenes que se cometieron en el pozo

desaparecido.


«Sus ojos asistían a un contrapunto en el que la frondosidad de los bosques

había perdido la batalla frente a la industrialización de la zona; el verde de las

laderas –apagado y sucio– trataba, sin éxito, de dar un toque de color a aquel

paisaje gris, preñado de castilletes y de edificios de ladrillo manchados por el

hollín.»


El valle de Turón es un personaje principal de la novela, y su ambientación,

tanto el retrato de la zona como de su apariencia a mediados de la década de

los noventa, se basa en un trabajo de investigación exhaustivo. El lector se ve

trasportado de lleno a sus paisajes tiznados por el carbón, plagados de bloques

y viviendas obreras sin fines estéticos, bares de pueblo cuyas televisiones

anuncian la muerte de Antonio Flores y calles donde lucen las permanentes.

Un año, el de 1995, que resultó nefasto para Turón al cerrarse la última

explotación minera de la región, lo que acentuó su declive.


«Sentía que no hacía pie. Llevaba tiempo con la sensación de que iba a la deriva.

La minería había sido condenada al ostracismo y al cierre, y las comarcas que

dependían de ella, a la despoblación y al paro. Dieciocho mil mineros

condenados. Miles de personas que dependían directa o indirectamente del

carbón, maldecido con un futuro negro.»


UN VIAJE EN EL TIEMPO


Lejos de encarnar los típicos arquetipos del género, los personajes de Lo que

oculta la tierra destacan por su originalidad. La autora dota de personalidad y

rasgos propios a protagonistas y secundarios por igual, retratando el carácter

áspero, curtido y a un tiempo cálido de los turoneses y dando como resultado

una obra tridimensional.


Sargento Daniel Caicoya: El protagonista de la novela es reflexivo, sosegado y

serio. Pese a su carácter directo y aparente hermetismo, esconde una gran

sensibilidad que sale a relucir a través del amor que siente hacia su familia.


Cabo Jesús Arias: Alegre, impulsivo e imprudente en ocasiones, el compañero

de Daniel se caracteriza por la lealtad y sentido del humor.


Lina Caicoya: La madre del protagonista es dulce, tenaz, fuerte y resolutiva.

Amiga fiel, no duda a la hora de poner los puntos sobre las íes y terminar con

el aislamiento entre su marido e hijo.


Matías Caicoya: El padre de Daniel y esposo de Lina desborda intransigencia,

pero también integridad y fortaleza. Es el personaje que realiza la mayor

evolución, ya que deja a un lado su orgullo para recuperar la relación con su

hijo y hermano, con los que rompió lazos cuando se unieron a la Guardia Civil.

Un resentimiento que en realidad ocultaba el trauma que le causó la tortura

que sufrió su madre a manos de la Benemérita al ser niño.


Paulino Caicoya: Hermano de Matías, el tío de Daniel es amable, inteligente y

empático. Su investigación le llevará a conocer de cerca la historia oscura del

valle y, lejos de ignorarla, insistirá en reivindicarla en su papel como Guardia

Civil.


LA IMPORTANCIA DE LA MEMORIA


«En los valles mineros no eran las campanas de la iglesia las que tocaban a

muerto. Era la sirena que anunciaba los cambios de turno en las minas, el

turullu, que al chirriar a deshora avisaba de que algo grave había pasado.»


Leticia Sierra es una maestra a la hora de crear suspense con una narración

que mantiene el ritmo desde el inicio hasta su dramático desenlace. Un estilo

que en ocasiones roza el terror, plasmando la brutalidad y la crueldad que

tristemente tuvieron lugar en la zona en la década de los cuarenta.


«El hedor a putrefacción le provocó arcadas. Trató de moverse, pero no pudo. Se

llevó la mano a la cabeza y notó el pelo trasquilado, pegajoso y apelmazado por

la sangre. Su propia sangre. El dolor era intenso, inaguantable. Como una

descarga eléctrica que le atravesaba el cráneo hasta rebotar en los ojos,

provocando molestos destellos cada vez que intentaba enfocar la vista en la

oscuridad.»


Pero, si bien la novela está repleta de referencias oscuras, Lo que esconde la

tierra desborda humor. Los combates de esgrima verbales de los

investigadores con el sarcástico forense Braulio y las bromas del cabo Arias,

divertido entusiasta de los bailes de salón, proporcionan un alivio necesario al

lector. Pero lo que verdaderamente hace de este libro una excepción al género

es su profunda y compleja dimensión emocional. Su autora explora emociones

dolorosas como el duelo, el resentimiento y la desesperación, pero también el

amor, la seguridad que se encuentra en la amistad y la sanación que surge tras

confrontar los recuerdos más terribles.


Y es que serán la memoria y sus consecuencias las que condenen y salven a

sus personajes. Leticia Sierra nos muestra los peligros de mantener un pasado

enquistado, mientras que mirar hacia atrás será lo que una y sane de nuevo a

la familia Caicoya.


«Y es importante que no se nos olvide. Esa ha de ser nuestra penitencia como

seres humanos: recordar.»


Sobre la autora


Leticia Sierra Dorado (Pola de Siero, 1972) se licenció en Periodismo por la

Universidad Pontificia de Salamanca. Inició su andadura profesional en

Salamanca, en el periódico semanal Tribuna Universitaria. También trabajó

en La Nueva España, La Voz de Asturias, El Comercio y Tribuna de Salamanca.

En radio lo hizo en COPE Salamanca, Antena 3 Radio en Salamanca y en la

Cadena SER en Madrid, además de colaboraciones puntuales en Radio

Televisión del Principado de Asturias (RTPA). Autora de Animal (2021) y de Maldad (2022). Actualmente, alejada de la profesión periodística, reside con su marido en

Noreña (Asturias).


 

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